El otoño es una época ideal para desempolvar la cámara de fotos tras el verano y pasear por los bosques. Os indicaré una serie de consejos para fotografiar esta estación ideal para la disciplina de paisaje y montaña. Si ya de por sí los filtros son indispensables para la fotografía paisajista, en otoño también lo son:
Filtro polarizador: Es el gran amigo de las fotografías de exterior. Elimina reflejos no metálicos, reduce brillos, limpia el ambiente (en especial el cielo, pudiendo proporcionar unos azules espectaculares) y enfatiza los colores otoñales. Su uso está asociado a días con sol o bastante luz, aunque en días nublados se puede ver un menor efecto. Se utiliza rotando uno de los anillos sobre el otro, consiguiendo así un mayor o menor efecto. Conviene no abusar de colocarlo al máximo debido a que a veces oscurece tanto el cielo o partes de este que llega a ser antiestético e irreal. Por ello hay que cerciorarse que el efecto es bastante homogéneo y no en una única parte de nuestra imagen. Suele reducir la luz que llega al sensor en unos dos pasos al filtrar parte del espectro.
Filtro degradado: El otro gran aliado del paisajista y un gran desconocido para muchos. Se trata de un filtro que tiene una gradación desde el gris oscuro al transparente. Sirve para compensar zonas con mucha luz con otras de menor luz. Por ejemplo, un cielo cubierto que tiene mucha luz y el bosque que está en sombra o menos iluminado. Así evitaremos quemar el cielo y dejar oscura la zona de abajo.
Los hay de rosca (poco prácticos) y cuadrados que precisan de un portafiltros. Estos últimos son mucho más versátiles, pudiendo variar en altura e inclinación la zona de transición del degradado, dando mucho juego. Constan de una arandela adaptadora al diámetro del objetivo (fácilmente intercambiable por otra de otro diámetro) y del portafiltros, gracias al cual el filtro se puede subir o bajar en altura para ajustar la zona de transición de este a la de la escena y también girar rotándolo los grados que queramos, incluso invirtiéndolo. También pueden ser usados sin portafiltros, sujetándolos con la mano.
Los hay con transición más dura o más blanda, y con distintos niveles de grises. Hay gran variedad de marcas y calidades.
Existe un subtipo que son los degradados inversos, cuya parte más oscura está en el centro y el degradado va hacia los extremos superior e inferior. Sirve principalmente para ocasos y amaneceres, donde la mayor cantidad de luz se encuentra en la zona central de la escena.
Existen de distinta gradación, en función de la cantidad de luz que quita. El más utilizado es el ND8 (resta 3 pasos de luz) y como segunda opción el ND16 (4 pasos). Hay también ND4 y ND2, pero estos en digital pierden su sentido al poderse conseguir a partir del archivo RAW y están más pensados para vídeo.
La transición entre la parte oscura y la transparente puede ser suave (soft) o dura (hard), según como sea el encuadre que fotografiemos. El más usado con diferencia es el soft ND8.
Filtro de densidad neutra: Es un filtro cuya única función es quitar luz. Sirve cuando nos sobra luz o queremos abrir más el diafragma (para conseguir poca profundidad de campo) sin subir en exceso la velocidad, para conseguir el efecto seda del agua o si hay viento que nos salgan agitadas las hojas. Esto se consigue al poder bajar mucho la velocidad y obtener obturaciones de varios segundos. Como lo degradados, los hay de distinta gradación, siendo el más normal el de 10 pasos (ND1000) y el de 6 pasos (ND64).
También se puede usar para obtener fotografías creativas.
Un trípode se hace indispensable ya que nos ayuda a encuadrar mucho mejor y además permite mantener la cámara completamente estática, pudiendo emplear bajas velocidades de obturación y así conseguir efectos creativos y grandes profundidades de campo en el interior del bosque.
Hay trípodes de plástico (suelen ser muy endebles y poco prácticos), de aluminio (los mayoritarios y más equilibrados con un precio razonable), de carbono (pesan menos que los de aluminio), de fibra de vidrio (todavía más caros) y recientemente de grafito.
Por lo general, cuanto más pesado es el trípode más estable es, pero también, menos portable. Si vamos a caminar 5 minutos desde el coche, nos importa poco que pese mucho y ganamos estabilidad. Pero si pretendemos caminar varias horas con él, deberemos optar por uno más liviano pero suficientemente estable para nuestro propósito y equipo.
Como último consejo, merece la pena invertir de primeras en un buen trípode que sea adecuado a nuestras necesidades. Evitaremos comprar 2 veces. Por norma general, no encontraremos un trípode con un coste inferior a 50-70 euros adecuado.
Como complemento al trípode, un disparador remoto es un gran aliado, tanto para evitar la trepidación de la cámara como para fotografía de larga exposición. Es un dispositivo que permite disparar la cámara remotamente sin estar junto a ella y así evitar movimientos del cuerpo al disparar o para usar el modo BULB, ya que suelen tener bloqueador de disparador para largas exposiciones. Los hay de dos tipos: con cable y remotos.
En cuanto a las lentes más adecuadas, los objetivos angulares y especialmente los ultrangulares serán los adecuados para coger el máximo campo visual posible, especialmente dentro del bosque. Pero no debemos olvidar ni los teleobjetivos con los que poder obtener detalles o paisajes algo más lejanos, ni los objetivos macro, para obtener pequeños detalles o texturas. El sotobosque está lleno de pequeños motivos como hongos, hojas o líquenes.
El otoño para el fotógrafo entusiasta del paisaje marca el fin de las planas y duras luces del verano que tan intensas sombras nos ofrece, al igual que el cielo se siembra de nubes y tormentas que darán fuerza y motivo a nuestras imágenes, por no hablar de la amalgama de colores que nos regalan los bosques caducifolios, con sus rojos, rosas, amarillos, naranjas y ocres. Según lo avanzada que esté la estación, podemos encontrar su apogeo en zonas más altas o más bajas y, dentro de éstas en umbrías o solanas. También varía el apogeo otoñal según la especie arbórea predominante.
Debemos vigilar siempre el histograma tras realizar cada toma para cerciorarnos de que no estamos sobreexponiendo o subexponiendo en exceso, es fácil que esto nos suceda cuando incluimos cielos luminosos con zonas umbrías en la parte inferior de la imagen.
También debemos atender al balance de blancos, incluso disparando en RAW, principalmente para tener una visión más real del resultado de nuestra imagen y que no aparezcan zonas quemadas al variar el balance de blancos en el procesado posterior. Lo aconsejable es el balance de blancos en nublado cuando tenemos luz de sol y balance de blancos en sombra cuando tenemos el cielo nublado. Dan colores más reales y menos frios.
Se suelen obtener mejores resultados días nublados y cubiertos que soleados ya que hay una luminosidad más homogénea y menos claroscuros. Si ha llovido o hay lluvia fina el color otoñal queda más encendido todavía. Las nubes grisáceas harán destacar más los colores.
Y como último e indispensable consejo, componer correctamente la toma utilizando las diferentes reglas de composición.
Si quieres disfrutar en primera persona el espectáculo del otoño y aprender a capturarlas de la mano de un experimentado fotógrafo, quizá te interese mis talleres fotográficos de otoño en Ordesa, Pineta-Monte Perdido, valle de Arán y Valles de Ansó-Hecho-Labati.